Aquella flor provocó un tsunami en su interior.
Era la voz de una niña. Tan dulce como el almíbar,
tan tierna como unos labios dispuestos a ser besados.
Marie, no mantenía apenas relación con los vecinos, sin embargo era conocida entre los niños... Gracias a ellos, sentía aflorar una parte de la
infancia que a ella le había sido arrebatada así que con aquellos seres pequeñitos,
era con quién se mostraba como era en realidad. Una adulta demasiado niña para no
aceptar que la vida era un juego y que la mayor parte del tiempo era necesario
jugar. Jugar, vivir y reír. A sus casi
cuarenta años, prefería dejar los pensamientos para los tejados de los adultos
y ella se entretenía regando su rosal para colorear las miradas y una menta salvaje que la retaba a
refrescarse entre mojitos suaves.
- Marieeeeeeeeeeeeeeeee!!!!
Marie salió
de aquél útero, como si fuese un recién nacido al que antes de parir lo
hubiesen azotado para que le aflorase el llanto. Al asomar su cabecita por el
balcón, descubrió a una niña que la miraba con ojos tan abiertos como los pensamientos.
- Baja, Marie. Mira lo que hemos
encontrado!!
Junto a la
niña, una pequeña tortuga de mar, retozaba dentro de una urna demasiado pequeña
para su tamaño. Marie, se envolvió en una toalla y se apresuró al patio común.
Un corrillo
de niños observaban sorprendidos a la pequeña tortuga que parecía pedir auxilio tras
los cristales.
- La hemos encontrado esta mañana, en
la playa. Le hemos dado un desayuno de cereales y cacao. Después la hemos
embadurnado de bronceador para que se ponga morenita y aún y así, no nos habla…
Marie, estalló en una inmensa carcajada. - ¡ Pero
bueno! , ¿ quien conoce la vida de las tortugas?
Los niños, se miraron unos a otros con sorpresa y
creando un torbellino de risas. Aquello, parecía una tormenta. Incluso la
pequeña tortuga, pareció cambiar la expresión en su rostro.
- ¿ Cómo se llama? Preguntó Marie.
Entonces, el silencio, invadió las caritas de los
niños, formando pequeños interrogantes alrededor de sus caras.
-Está bien, dijo Marie. Pensad alguno, entretanto si os
parece, la llamaremos Tor. A juzgar por el estruendo que ha ocasionado, creo
que será un nombre apropiado al menos, de momento...
Cuando Marie despertó, el color de su piel era dos
tonos más parecido al de un nigeriano. El pensamiento de su tejado, estaba tan
abierto como el cielo y una tortuga que respondía al nombre de Tor,
corría entre sus rosas con un ramillete de menta prendido en la boca.
Las paredes
de aquél ático estaban ahora repletas de firmas en forma de pequeñas manitas
que dibujaban:
Aquí vive Tor- Menta!
Yo la hubiera llamado Doña Tor Tuga Lenta.
ResponderEliminarPero claro, nadie me hace caso...
Besos.
Meeeek ¡ error!
ResponderEliminarTor- Menta acabó convirtiéndose en una barman excepcional capaz de realizar en un minuto más de sesenta combinados y con una sola mano.
( No hay que llevar la contraria a los niños, jajaja)
Un beso Toro
Oye, que he entrado en tu perfil para ver si tenías dirección y me he encontrado a un seguidor tuyo un poco cabezón, jajaja
ResponderEliminarBesito :-)